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El elogio

by Oscar Martínez

A decir verdad, aquello que me respondió mi amada
cuando le expresé mi pena por no considerarme
digno de ella, me exaltó; me hizo sentir felicidad,
pero a la vez me entristeció.
Parecía que no hablaba de mí cuando dijo:

"Eres bello.
El resplandor de tus ojos
es la vivienda donde hacen su nido
mis complacencias.
Tu frente es amplia, deliciosa a mi caricia,
oculta a veces, en una cascada oscura y baja.
Desde ahí leo las querencias de mi nombre
que a veces niegas en tus silencios diurnos.
En ese valle, cercado por los suaves cerros
de tus cejas, duermo. Feliz en una pequeña
cueva flejada ocasionalmente por hilos blancos.
Ello ocurre cuando mi sien encuentra el calor
de tu sien.
No se qué decir de tu nariz en tu presencia.
Sobre todo después de oírte decir que no te parece
hermosa, pues para mí lo es.
Eres bello. Tu nariz grita tu nombre, el nombre
de la persona que yo amo. Desde sus sinuosas curvas
enfrentas primero al mundo y al mismo tiempo le cedes.
En esa guerra no olvidas recordarme.
Tu adorado perfil naufraga siempre en las costas
de mi vientre y arrobada admiro su rendición ante mi cuerpo.
Tu boca carnosa y sensual sabe besar a ésta mujer.
Besa al deseo lo mismo que a la piel.
Y tu lengua arrastra a la palabra amante y a la terrible.
En cuanto me entrego a ella, se vuelve erección
en mi bóveda palatina, y succión que separa
a mi alma de mi cuerpo. Tu lengua es el subconsciente
de tu órgano sexual.
Tus atractivos brazos son ejercicio de la hombría
que me protege: me asfixian a la orden de tus deseos!
Tus manos fueron hechas para tocarme..."


Ahí mismo la interrumpí, pues me hizo saber
que no merezco ser el hombre de su vida
si un día le traiciono...

08/22/2010

Author's Note: Para Lulú, siempre

Posted on 08/23/2010
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