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Una cita

by Oscar Martínez

Claudia pensó que su cuerpo se haría pedazos de tanto pensar en su abrazo.
...Contigo mi vida estaba completa. Recuerdo que se fue marchitando el temor a que nos vieran juntos. ¡Oh, mi Dios!... aquel tronarse de dedos uno al otro, nos hacía tan fuertes y nos dejaba tan desnudos... -volteó a la izquierda y no vio a nadie en el sillón tapizado de lana, donde juntos cantaban trova, cuando su amante venia con la guitarra. Ni siquiera estaba ella.
Me siento tan sola en este pendejo cuartucho -se dijo, mientras ocultaba el rostro entre sus cabellos teñidos en parte de rojo fuego. Ellos me sacaron de su vida. ¡No importa, sola me puedo! Hace meses que no es primavera; ¡pero tengo tanto calor! -pensó, al rosar sin querer su entrepierna con la esquina de la mesa. De haberte quedado conmigo, él no estaría aquí. Si tan solo me vieras deseando el invierno, y al hacerlo, ¡te preguntaras si extraño al verano! ¡Carajo, me siento tan sola! -exclamó, por último, y dejó se derramara el otoño en la taza de café que preparaba para él. ¿Por qué me quejo tanto? Ayer quería como nunca volver a ser tan sólo esa niña; la que mi padre tanto besaba en los labios. Hoy ya no quiero ser tan solo una mujer. ¡Tanta locura me viene de solo pensar en ti! -en eso recordó que su madre también la besaba en los labios: su aliento me sabia tan diferente! Mi madre... Nunca le dije que le robaba en secreto los platos. Los escondía bajo mi cama. Deseaba tener una vajilla para mi casamiento. ¡Solo tenía doce años! Ahora tengo la vajilla, pero no el marido. ¡Qué estúpida que soy! -sonrió al fin y dejo caer, tal vez intencionalmente, un plato para café.
-¿Te ayudo? -le pregunté.
-No. Gracias. -me respondió y siguió sonriendo.
¡Me muero de hambre! -sintió que algo caía en su estómago y seguía cayendo, como el agua tibia que ella pasaba de la taza a la olla. Me iré a comer con él cuando llegue la tarde. De tanto acordarme de ti, me olvido hasta de bañarme. Hubiera preferido ser hombre; así tendría motivo para lamentarme con los amigos; gozar del dolor e irte a llorar a tu casa. Rogarte para que volvieras conmigo. Pero soy mujer... -la sensación de sus ajustados jeans se lo confirmaron indefectiblemente. ¡Y no puedo hacer tal cosa!
-Aquí tienes. Ya sabes, ¡ando en la luna! -se disculpó y volvió a la cocina por galletas para ofrecerle. Allí se perdió. Él no supo de ella como en diez minutos, tal vez menos, pero estuvo perdida.

No sé dónde estoy. Tal vez sea mejor que no lo sepa. ¡Éramos tan iguales! ¿Será por eso que nos separamos? -hasta ahí dejó ella de pensar.
-¿Me sirves más café Claudia?... ¿Claudia? -grité, hasta que apareció de la cocina, o de la nada; dónde quiera que haya estado.
-Ok... pérame ¿sí? -fue por la taza que estaba frente a él, regresó a la estufa y notó que el quemador seguía encendido. ¿Lo quieres igual de caliente?
-Si, por favor -le respondí, y no dije ni pensé nada más.
¿Quién lo diría? ayer lo conocí en un chat, y ahora está aquí, ¡en mi casa! !Tal vez crea que también me llevará al motel jajaja! -en verdad no pudo contener su risa y las estaciones del año se rieron junto con ella.
-A ver si me cuentas el chiste ¿no? -le pregunté desde donde estaba, y no sé por qué, pero me sentí incómodo.
-jajaja, no es nada. Me acordé del chiste del bombero -respondió. ¿Ya te lo sabes verdad?
-Ah! si... -nuevamente no pensé ni dije nada más. De incomodidad pasé a un raro nerviosismo.

Ahora que recuerdo debería haber comprado más café cuando fui con la flaca al Wal-Mart -se dijo algo molesta. ¡Mugre vieja! siempre me anda fregando con lo mismo. Pero no voy a dejar que se meta con él; ¡está pendeja si cree que lo haré! -sirvió el agua que ya hervía, en la taza de café junto con la lagrima que cayó también
(... -eso nunca lo supe.)
-Aquí tienes. Me dices si quieres mas ¿ok? ¡Ah! se me olvidaba, ¿te traigo más galletas? -dijo, y sin esperar mi respuesta regresó apurada a la cocina, tán solo para evitar que se notará que había empezado a llorar.
(... - eso sí lo noté, pero me quedé callado.)
Ahora no sé qué hacer -pensó y se frotó un poco los brazos, pues la ventana de la cocina estaba abierta por lo que aprovechó el invierno para colarse acompañado de más recuerdos. Ahora extrañaba al verano. Tengo que irme de aquí, ¡mejor de una vez! Le diré que mejor nos salimos a dar la vuelta… -se cambió los ojos, se puso los de salir y le preguntó:
-Te late si mejor nos vamos por ahí?
-Si, si quieres... -dije o quise decir. Empezaba a tener una erección.
-Ok, vámonos -me respondió y fue a por sus llaves.
¡Listo! al rato se me pasará -se consoló y salió a la calle junto con él, así nomás, sin verse al espejo o re maquillarse un poco; tanta fue su necesidad por irse.

..................................

Todo cuanto ella pensó mientras estuve en su casa jamás lo supe. Sin querer, mientras caminábamos, pasamos muy cerca de donde yo vivo.
-Cuando gustes, ahí me tienes. Puedes buscarme cuando quieras -le dije después de señalar un zaguán color blanco.
-¡Ah ok! Gracias. -me respondió, y quiso que yo viera de sus gruesos labios, que tanto habrían podido besar sus padres, no esa sonrisa cortés que expone la mujer al hombre al despedirse, sino el intento de decir algo más, una boca que se mantiene entreabierta indefinidamente, como azotando con suavidad una silaba o una palabra.
-... muy bien. -respondí. Pero quise añadir algo más. Repetir tal vez el ''ahí me tienes...''

Claudia tomó asiento en el borde de la banqueta donde se habían detenido junto con el viento del norte que la había estado acosando desde antes de salir de su casa. Él se quedó de pie. Dudó, pero al final se sentó a su lado.
-Ahora amigo, te contaré una historia... -empezó a decirme, pero no continuó; ya no dijo nada, ni yo tampoco.
Nada expresó ella. Hasta que cayó instantánea la tarde y percibió que había dejado de tener frio. Algo raro, pero así fue. Él también se quedó en silencio todo ese tiempo, evitando dar pie para que ella continuara y le hablara sin sentido, o lo hiciese sentir incomodo de nuevo.
-Ya me voy amigo, ¡es tarde!... -afirmó. Se incorporó, me dio un beso y se fue, así nomás.
-¡Adiós, Claudia! Cuídate... -alcancé a decir. Pero ya no me oyó. No quise que me oyera más.

09/21/2001

Posted on 09/21/2001
Copyright © 2024 Oscar Martínez

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